Bendito el Dios Y Padre de Nuestro Señor Jesucristo

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación”.

(2 Co. 1:3)

Consideremos al Apóstol que hace esta excelsa declaración, de seguro basada en su experiencia personal.

Pablo lo había perdido todo por Cristo; recibió desprecio de sus colegas, el rechazo de su nación. Los que antes lo admiraban, se burlaron de él. Quienes lo estimaban como un gran maestro ahora lo despreciaban.

No sabemos mucho de su familia, pero seguramente fue despreciado por sus parientes más cercanos. Sus parientes con quienes creció lo odiaron. Ciertamente este apóstol conocía muy bien la perdida, el desprecio, la soledad, el peligro inminente y la desdicha de la mala fama.

Podría mencionar todos los sufrimientos que vivió por su obra al Señor. Pero es mejor mencionar las palabras de Cristo cuando dijo: “le mostrare cuanto le es necesario padecer por mi nombre”: Sus sufrimientos fueron abrumadores. Sus responsabilidades agobiantes. Su compañía insuficiente, y escasa en los momentos de soledad total.

Pero hay un cantico en su corazón. Porque el corazón del creyente debe ser consolado por Dios y no por el mundo. Pues ya no pertenece al mundo: el mundo no le debe nada, y el creyente ya no se debe al mundo.

Ahora su consuelo es inmortal, inagotable y luminoso. Ahora el consuelo del creyente es sobrenatural, lleno de paz y fortaleza.

Todo creyente ha sido revestido de abrumadora fortaleza, debido a que Dios nunca nos dejará en el olvido. No importa el odio del mundo, o los ataques del diablo: nuestra vida es imposible que agote su esencia.

En nosotros hay una fuente infinita de paz. Existe una fuente ininterrumpida de amor puro.

Ciertamente muchos preguntaran porque no tienen esta fuente en sí mismos; esto se debe a que no caminan en la Vida Eterna. Puede ser que tengan la vida, pero no caminan por la eternidad de la nueva forma.

“Padre de misericordia», podríamos pensar que el apóstol pensaría en su propio padre al escribir estas palabras; su padre que lo olvidó, talvez lo insultó, quien lo desechó. Pero en esta perdida, él encontró un Padre nuevo. El Padre de amor, el Padre que lo recibió, quien le conoció y amó desde antes de nacer, quien le mostró todo su plan eterno y de inconfundible misericordia.

Aunque las relaciones del mundo son importantes y buenas; la comunión que Dios ofrece es mucho mejor.

¡Pues el llena toda necesidad! ¡Manifiesta preciosos y eternos propósitos! ¡Cambia el alma para que solo sienta amor y felicidad!

El es el “Dios de toda misericordia» porque todo lo llena, y está siempre cerca de nosotros en toda aflicción. Siempre tiene piedad de nuestro duro andar por el mundo hostil. Todo lo a preparado de antemano para que nuevamente encontremos la felicidad.

¡Dichosos los que confíen en el Dios que nos lleva a toda felicidad!

Por:
Pablo David Estrada Chacón

Pablo David Estrada, se graduó en nuestro Seminario Bautista (abanderado), como Profesor de Teología. Es pastor de la Iglesia Bautista Getsemaní, Bo. La Parroquia, zona 6, Guatemala; y sigue sus estudios ministeriales.

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