Trinidad Navideña y Yo

POEMA PARA LA NAVIDAD

Por Edgar Armando Díaz López

“El ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti; el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual el santo ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios”. (Lc.1:35)

Es la santísima Trinidad, que,
de nuevo, con una sola palabra suya:
“Hagamos”,
encarna, rescata, capacita, aparta.
Yo, mísero terrestre, en prisiones,
amado, libre, aprobado, comisionado,
adoro al Hijo, desde su infante ternura.

Cuando los símbolos navideños
me concentran en su mensaje,
queda corto mi abordaje
a la acción Trina:
rebosante de ágape,
sacrificante por restaurar,
santificante por lo veraz.

Ángeles, anuncian buenas noticias,
a la virgen, a José, ¿a cuántos más?
es que: “En Belén nace el Salvador”
constata el canto de firme adviento;
adjuntan huestes del espacio:
“¡Gloria Dios en las alturas!”
POR EL AMOR DEL PADRE.

Tres entran al establo pestilente,
en convicción de limpieza;
el pesebre profetiza fe:
María da a luz al inmerso
en líquido de matriz, con grito
de transformación y vida;
POR LA ENCARNACIÓN DEL HIJO.

Estrella, llévame ante el Primogénito,
estrella, guíame para adorarlo,
estrella, indícame donde ofrendar,
estrella, brilla para el gozo del fruto;
porque la estrella es figura
que conduce al salvado a la verdad,
POR LA GUIANZA DEL CONSOLADOR.

Y yo, cual los animalitos,
con carga pesada ya quitada;
como oveja descarriada
que requiere halarla con cayado;
entrego el oro, mi ser personal;
el incienso, mi espíritu relacional;
la mirra, mi obrar integral.

¡Bendito el TRINO por su plan perfecto
concebido en el alfa de los tiempos!
Mi convicción se adorna,
como arbolito en desarrollo,
revestido con luces, estrellas,
figuras, bombitas,
del santo brillar.