Testimonio de Un Converso

"Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó".

(Lc. 15:20)

El 14 de diciembre del 2000, un grupo de personas, entre ellas María Victoria, Eugenia Orozco, Mayra Leiva, Flory Chan y Jeff Cooper, oraban por mi vida. Estas personas habían estado trabajando arduamente en la comunidad durante años, tratando de establecer una congregación a través de visitas y actividades como escuelas bíblicas de vacaciones.

Yo estaba dispuesto a involucrarme en estas actividades con la esperanza de que Dios tocara mi corazón de alguna manera. No quería repetir los mismos errores de mi intento anterior de buscar a Dios, así que esperaba que fuera Él quien tomara la iniciativa para que yo pudiera tomar una decisión.

Durante toda la semana, después de participar en la escuela bíblica por las noches, se llevaron a cabo actividades para jóvenes en las que se predicaba constantemente sobre el perdón de Dios. Sin embargo, al final de la semana, me di cuenta de que nada extraordinario había sucedido. Fue entonces que hicieron un llamado para aceptar a Jesús, y en ese momento, dirigí una oración a Dios con estas palabras:

“¡Dios, si realmente existes, quiero sentirlo, quiero comprobarlo!” Al concluir mi oración, mis ojos se llenaron de lágrimas y no pude contener el llanto. En ese instante supe que Dios existía y que estaba tocando mi corazón. Fue en ese preciso momento que tomé la decisión de entregar mi vida a Él y le invité a entrar en mi corazón.

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