Por Pablo David Estrada Chacón
La literatura en particular de 1º. y 2º. Samuel es como la obra de un artista que refleja: amor, pena, pasión y devoción. Nota el reflejo sin comparación del amor de Dios por el Dulce Cantor. David y sus Salmos de clamor y exaltación, no estarían completos sin las letras perfectamente emotivas de los libros de Samuel.
En estos libros hay reflejos de grandes mujeres: Ana, Abigail, Betsabé. Que derraman devoción, y exigen atención. Mujeres virtuosas, y además con muchos defectos: ilustran el saber de Dios, y muestran apenas lo que pueden dar a Dios. Son como cualquier mujer que conocemos: no perfectas, no malvadas, buscan a Dios, y tropiezan muchas veces por su humana imperfección. Cada una merece atención. Pero ahora observemos a Rizpa.
Nunca es tema en muchas predicaciones, en grandes ilustraciones no surge como heroína de la fe. Sus palabras no están escritas, sus pensamientos no están inmortalizados en grandes salmos o canticos. Solamente era una madre.
Los nombres de sus hijos eran Armoni y Mefi-boset. Los tuvo con el Rey Saúl. Para los conocedores, al escuchar que el padre era Saúl, ya saben que todo saldrá mal. Saúl un hombre que llego a ser rey por voluntad popular, fue depuesto por Dios y odiado por todo el pueblo. El inició bien, pero nunca quiso conocer al Señor, ni obedecerle; esto significó su ruina personal, la ruina de sus hijos y la ruina de sus nietos.
Muchos años después de su muerte, y que David tomara el trono, Dios aún estaba molesto con las acciones de Saúl. Puso maldición sobre Israel quitando la lluvia, y al consultar David a Dios: por qué venia ese mal sobre la tierra; el culpable fue Saúl, y quienes pagarían serían los hijos de Saúl y sus nietos.
Es aquí en donde se contempla la desgracia de Rizpa: David entrega sus dos hijos en manos de aquellos que habían sido ofendidos por Saúl. Estos los ahorcaron junto con cinco nietos de Saúl, en un monte.
Imagino a Rizpa suplicando por sus hijos, llorando y lamentando; con su corazón desgarrado en cada paso que daban hacia la orca. Viéndolos morir, ella moría lentamente con ellos. Si alguien quiso consolarla, no sabemos: lo más seguro es quienes la vieron, la ignoraron, nadie tuvo compasión, nadie estaba a su lado.
¿Qué podía hacer esta mujer? ¿Qué podía lograr una madre? ¿Podía hablar con el Rey David? ¿Podía regresar a su casa?
Estos son los reflejos más hermosos de las Escrituras, pues muestran el verdadero amor, reflejan las características más poderosas del ser humano, el cual aun en su miseria demuestra un rayo del amor sufrido.
Rizpa se quedó acompañando el cuerpo de sus hijos. Lloraba y lamentaba, pero permanecía cerca del cuerpo de sus hijos. Pasaron los días, y ella permanecía en un lugar que preparo para ella, con una tela de cilicio, en ese lugar se quedaría, y nadie la movería.
Llegaban aves de carroña queriendo devorar los cuerpos de sus hijos y ella las espantaba. llegaban fieras, aquellas que olían la carne descompuesta y con toda su furia luchaban contra Rizpa, quien no las dejaba devorar los cuerpos de sus hijos muertos.
Ciertamente sus conocidos la llamaban, para que regresara, pero el verdadero amor de una madre nunca le permitirá separarse de sus hijos: estos empezaron a llevarle comida, observando la determinación de esta mujer, que una vez fue esposa del rey, pero ahora peleaba contra bestias salvajes, defendiendo carne muerta.
A Rizpa no le importaba la noche, o el calor del día. No la enfermedad o el desprecio de la carne podrida. Solo le importaba cuidar lo que quedaba de quienes fueron sus dulces y amados hijos. Así paso día y noche, en soledad y alerta, hasta que se cumplieron seis meses.
Cuando al fin el enojo de Dios sobre la casa de Saúl se aplacó, y volvió a llover sobre la tierra. Es en este momento en que le hablan a David sobre Rizpa, y el rey tiene piedad de ella, y de los cuerpos de Saúl y de sus descendientes. David manda tomar los cuerpos de todos los que habían sido colgados, y de Saúl y Jonathan, así los entierran a todos en el sepulcro del padre de Saúl, Cis.
No se sabe si Dios hizo llover por causa de la muerte de los descendientes de Saúl, o por compasión a Rizpa. Me gusta pensar que a Dios le agrada contemplar el verdadero amor, antes que deleitarse en castigos. Me agrada pensar que Dios si tuvo piedad de esta mujer, y de su dolor.
Dios no ve los títulos, la elocuencia o la posición de nadie. Al Señor no le sirven vanas promesas, de hombres y mujeres que mienten a diario. Dios ve; Dios observa a los padres que están dispuestos a pelear contra la carroña que viene a devorar a sus hijos, y arruinar toda su casa.
Lastimosamente, Rizpa que era la única mujer valiosa de la familia de Saúl, intercedió demasiado tarde; cuando Dios ya no quería detener la ruina sobre toda la casa de Saúl.
Mujer, cuida que no sea demasiado tarde para ti y tu casa, que la ruina no caída sobre tu casa, cuida que tus hijos no provoquen el enojo de Dios: ora, lamenta, y busca el perdón antes que sea demasiado tarde. Cuida que tu amor no sirva solamente para cuidar tumbas, y sueños arruinados.
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