Por José Sandino López
Jesús habla de dar, orar y ayunar. Él demanda que revisemos nuestras motivaciones sobre el por qué se hace lo que se hace. Aquí, Jesús demanda que cuando se dé, se ore y se ayune, no se haga para que la gente lo vea. Cuando damos, tenemos que dar sin hacer público que ayudamos. Al orar que lo hagamos en secreto y no a gritos para que el público escuche, porque los hipócritas hacen eso. Al ayunar si lo hacemos para que la gente vea, esa será la recompensa. El ayuno debe realizarse con el mayor sigilo posible.
I. QUÉ ES EL AYUNO.
Las Escrituras mencionan frecuentemente la abstinencia de alimentos y bebidas. A veces en lugar de usar la palabra única “ayunar”, se usa la frase descriptiva “afligir el alma”, con referencia al ayuno físico en lugar de la humillación espiritual (Lv. 16:29-31; 23:27; Nm. 30:13; Is. 58:3, 5, 10).
El ayuno bíblico es una postura definitiva que busca como fin, la presencia de Dios, alimentar el espíritu y así poder tener control sobre la naturaleza carnal. El ayuno sirve como un medio para degustar la bondad de Dios.
“El ayuno es una forma de disfrutar de antemano el encuentro con Dios; al saber que Él se reunirá contigo… te alejas de la comida terrenal para alimentarte de Dios” (Elmer Towns). Juan Calvino hace una lista de tres propósitos para el ayuno:
El ayuno nos llama a esperar en el Señor y no es una actividad hecha a prisa. El ayuno es algo que se hace aquietándose, privándose de comer, o limitando el consumo de alimento, para esperar en el Señor. La Biblia nos entrega varios pasajes en donde se habla de esperar. Sal. 62:1; Lm. 3:25; Is. 30:18.
II. LO QUE NO ES EL AYUNO.
Algunos que no comprenden qué es el ayuno, piensan que es una mera negación de la comida, sin necesidad de negar los placeres egoístas. Dejan de comer, pero siguen haciendo cosas malas. (Is. 58: 3). Otros piensan que el ayuno es un signo de crecimiento espiritual y madurez. Mientras más ayunan, más se vuelven «espiritualmente poderosos», sin darse cuenta del crecimiento en su orgullo espiritual. (Lc. 18: 9-14).
Algunos piensan que el ayuno es un medio para llamar la atención de Dios, para que Él pueda darnos nuestros deseos. Después de todo, «al negamos a nosotros mismos, tal vez nos dará lo que queremos». (Is. 58: 3).
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