Por Jorge Morales Villatoro
Hay conquistas de la humillación ante Dios, de varios personajes de la historia sagrada, ante la culpa, la lucha, la necesidad, el fracaso, o la solicitud de favores divinos que alcanzaron gloriosas bendiciones del Señor; de acuerdo a las promesas del YO SOY EL QUE SOY: “YO habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes; y para vivificar el corazón de los quebrantados”. (Is.57:15).
LA CONQUISTA DE DAVID. La sagrada Escritura afirma que David llegó a ser conforme al corazón de Dios, aunque sabía de los graves pecados que habría de cometer, como el adulterio, el asesinato de un hombre inocente, y provocar el caos de su familia. (Hch.13:22).
Fue su humillación ante Dios, porque no buscó excusas, no echó la culpa a nadie, ni antepuso sus buenas obras, ni su gran servicio al Señor; sino reconoció con humildad su pecado, y suplicó con lágrimas el perdón, y que se le concediera la paz del corazón, y el retorno del gozo de la salvación. (Sal.34:3-5).
LA CONQUISTA DE JACOB (Gn.32:22-30). La situación de Jacob, huyendo de la muerte por mano de su suegro Labán, y corriendo hacia la muerte por mano de su hermano Esaú; se evita por un encuentro providencial con el Señor y una actitud humilde, le valió la declaración de: “Has luchado y has vencido” (el ángel admirable de Jehová).
Pero el “Has vencido” no fue por su fuerza o habilidad, sino por su humillación al suplicar con lágrimas, el perdón y la bendición. (Os.12:3-4). Ciertamente, necesitaba el perdón de su hermano, pero sobre todo, entendió que necesitaba el perdón de Dios, quien ahora, por su fidelidad se le había aparecido, y lo había liberado de sus cargas, sus culpas, y sus temores. (Gn.32:30).
LA CONQUISTA DE JESÚS (Fil.2:5-9). El testimonio de su humildad, dejando su gloria y viniendo a este mundo perdido, dejando su divinidad, y humillándose hasta la condición de siervo y reo, hasta sufrir la muerte más dolorosa y vergonzosa que el Diablo pudo inventar. (He.5:7; Hch.8:33).
Y por ese testimonio de su humildad, también se revela su exaltación que fue hasta lo sumo, volviendo a su Gloria, su Majestad y su Divinidad, después de haber vencido a través de su voluntaria humillación. (Fil.2:10-11).
David y Jacob se humillaron por sus propias culpas, pero Jesús se humilló por nuestra culpa, por lo cual, el Espíritu Santo, por boca de sus siervos Pablo y Pedro, pide que haya en nosotros también ese sentir, para que, humillándonos delante de Él, y siendo humildes ante los demás, podamos ser exaltados sobre nuestros enemigos, y beneficiados en su tiempo. (1.P.5:6).
CONCLUSIÓN: NUESTRAS CONQUISTAS ANTE DIOS. Ya entendimos que las conquistas ante Dios, no se alcanzan por méritos, ni por buenas obras, ni derechos, y menos por exigencias, reclamos, o condiciones; ni por privilegios, ni penitencias, ni echar a otros las culpas, o estar siempre a la defensiva; sino por la humillación sincera, como fruto de una personalidad humilde en todo nivel, como el de nuestro Señor Jesucristo. (Mt.11:29).
Dios condiciona su bendición a la sincera humillación. (Mi. 6:6-8).
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