Por Rodrigo Pinheiro
Un gran error que se comete es confundir pacifismo con apatía. Jesús fue pacífico, pero no apático La apatía genera inacción ante el mal, una concepción de paz que se acerca más a la cobardía y al miedo en actuar.
Amar al enemigo y orar por él no es una invitación a inacción o a justificar su maldad. Amar y orar por el enemigo es la invitación (y el trabajo) para que baje sus armas, deje de perseguir y oprimir y venga a reconciliarse con aquel al que él persigue. Mientras eso no ocurra, él será aún un enemigo, un portador del mal que debe ser resistido.
Orar y amar al enemigo es también la negativa a entrar en un ciclo de odio. Quién es más fuerte, quien golpea más fuerte, quién mata más. ′′Homo homini lupus», el hombre es el lobo del hombre (Platus), es decir, si nos entregamos a nuestros instintos más arcaicos, viviremos en un ambiente de bestias. Más aún, nos convertiremos en bestias.
No ser malo para combatir el mal, luchar contra el mal haciendo el bien… suena lógico. Nadie gana una dictadura imponiendo la dictadura, sino construyendo una democracia. Nadie combate el mal imponiendo otro mal, sino construyendo el bien.
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