El Señor y Sus Llamados

Hubo comisión antes de la muerte y resurrección de Jesucristo, pero la comisión plena llegó después de aquellos eventos. Los evangelios relatan que el Señor un día se retiró a orar. “Después llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos y les dio autoridad sobre todos los espíritus inmundos” (Mr. 6:7). El ministerio de estos llamados consistía en anunciar que el reino de los cielos se había acercado.

De esa manera el Señor logró multiplicar su ministerio, luego vino su juicio, crucifixión y resurrección. “Fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos”. (Ro. 1:4). La obra salvadora entonces estuvo totalmente concluida.

Ahora tendría cumplimiento esta promesa “Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo”. Pero la gran interrogante apostólica es esta: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? Y ¿Cómo oirán sin haber quién les predique?” (Ro. 8:14). Estas interrogantes nos llevan a la conclusión de que es imposible que las personas se salven si no hay quien les lleve el mensaje.

Por esa razón, el Cristo resucitado ordenó a sus llamados: “… Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que Yo os he mandado …” (Mt. 28:19-20). “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado será salvo; más el que no creyere será condenado (Mr. 16:15).

Hay un relato por allí que comienza describiendo el retorno de Jesús al cielo después de su resurrección. ¿Podrá usted imaginar la fiesta de bienvenida que los ángeles habían programado para Él? Habían tendido una mesa de banquete con todas aquellas viandas que más le gustaban.

Cuando habían terminado de comer, los ángeles le reclinaron sobre sus almohadones y pidieron a Jesús que les contara sus experiencias en la tierra. Les contó de cómo había recorrido los polvorientos caminos, de cómo había sanado a los enfermos, de cómo había levantado a los muertos.

Les contó de cómo había muerto en la cruz para pagar el precio de la redención de la humanidad y de cómo había resucitado al tercer día. Cuando acabó de hablar, hubo un profundo silencio, hasta que uno de los ángeles le preguntó: “¿Y ahora nos toca a nosotros, Señor? ¿Podremos nosotros bajar a la tierra para contar a la gente la cosa tan maravillosa que has hecho por ellos?

El Señor movió la cabeza y dijo: “No”. esta respuesta intrigó a los ángeles y le preguntaron: ¿Cómo, entonces podrá darse a conocer este maravilloso mensaje a todos los habitantes de la tierra?”. Y el Señor replicó: “Lo he dejado en manos de once pescadores”. Entonces respondieron los ángeles: “¿Y qué Señor, si ellos fracasan?”. Y Jesús dijo: “No tengo ningún otro plan”.

Como podemos ver, Dios se ha propuesto obrar a través de sus llamados. La perdida y moribunda humanidad, tiene esperanza de salvación en la medida e que los llamados obedezcan el encargo divino. Por tanto, es urgente que:

1.-Cada iglesia local renueve su visión en este aspecto y empiece a rogar al Señor para que llame al ministerio a determinados hermanos de su membresía.

2.-Al contestar el Señor la oración, la iglesia local debe enviar a los llamados. Es decir, designarles el campo de trabajo y sostenerlos espiritual y materialmente. El apóstol Pablo dejó también esta interrogante: “Y cómo predicarán si no fueren enviados?”.

3.-la persona llamada, por su parte, debe entender que está recibiendo en este llamado la más alta dignidad y privilegio que a hombre alguno se le puede dar. Debe entonces responder en una plena consagración de vida, confiando en que Dios va a bendecir su trabajo y proveerá para lo necesario.