Dios Nunca Se Deja (Queda) Sin Servidores

Recordemos que cuando Jesús va a la cruz los discípulos de Jesús huyeron, no estaban presentes para bajar el cuerpo, como muchos hoy no están presentes para servir en sus congregaciones. Nuestro Señor había dado su vida para salvar al pecador y su cuerpo sin vida colgaba en la cruz. No puede ser, ¿dónde están sus discípulos? Esto es indignante, como duele el corazón ver su cuerpo colgado y sus discípulos ausentes. Qué momento tan triste y sombrío.

Mas Dios no se deja sin servidores, aparece un hombre llamado José de Arimatea. ¿Quién es él? Según el evangelio de Mateo 27: 57-60 José de Arimatea es un hombre rico, uno que se había convertido en discípulos de Jesús. El evangelio de Lucas 23:50 añade que era un hombre bueno y justo y miembro del concilio. Esto es lo único que se sabe de él según los cuatro evangelios.

¿Qué hizo José de Arimatea? Este hombre no escondió su fe, se llena de valentía y sale hacer lo que debe hacer. Él fue quien dio la cara ante Pilato para “pedirle el cuerpo de Jesús, tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en un sepulcro nuevo de su propiedad, que había cavado en la roca. Luego hizo rodar una piedra grande a la entrada del sepulcro y se fue.”

Los judíos no deberían contaminarse con el cuerpo de un muerto y mucho menos de un criminal. La fe de José de Arimatea es firme y él sabe que aquel cuerpo es el cuerpo más puro que la pureza misma, el cuerpo del Santo de Israel. ¡oh que glorioso privilegio de un pecador, tocar la santidad!

José de Arimatea no estaba solo, el evangelio de Juan 19:39-40 revela que: “También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, llegó con unos treinta y tres kilogramos de una mezcla de mirra y áloe. Ambos tomaron el cuerpo de Jesús y, conforme a la costumbre judía de dar sepultura, lo envolvieron en vendas con las especias aromáticas.” He aquí otro servidor de Jesús. Nicodemo se une y hace su parte. Dios espera eso de nosotros por eso ha dado a cada quien sus dones del Espíritu.

Que privilegio tan grande, que hermosa obra de estos hombres de Dios. Sin hacer alarde, fuera del escenario público hicieron lo que otros debían hacer, instrumentos útiles en el tiempo de Dios. Quiero animar a todos los fieles en Cristo, usted puede ser un José de Arimatea, un Nicodemo, no para sepultar el cuerpo de Jesús, pero sí para predicarlo.

Hoy más que nunca se necesita de discípulos que no se escondan en la oscuridad, discípulos que no escondan su fe, sino que lo griten a voz en cuello: “No está aquí ha resucitado” y quiere vivir en los corazones de todos aquellos que crean en ÉL. Si nosotros callamos las piedras hablaran. Recuerde: Dios nunca se deja sin servidores.