Por Estuardo Acabal Díaz
Un día como hoy, 31 de octubre, hace 504 años, un monje católico llamado Martin Lutero clavó en las puertas de la iglesia del Palacio de Wittenberg, en Alemania sus 95 tesis, con el fin de argumentar contra lo que él consideraba un abuso de la Iglesia Católica, la venta de indulgencias. Las indulgencias era la obtención de la remisión de las penas temporales incluidas las del purgatorio, trasladando a favor de uno o de un ser querido muerto por los méritos excedentes de los santos, mediante el pago de cierta cantidad de dinero.
Lo que Lutero no sabía era que con este acto comenzaría una nueva era en la historia cristiana. Dio inicio a lo que hoy en día conocemos como la “Reforma Protestante”.
La Reforma Protestante fue un movimiento que no solo afecto en el aspecto religioso, sino que también en el aspecto cultural, social y económico, causando cambios profundos no solo al interior de la iglesia naciente, sino también dentro de la sociedad europea.
Aunque nuestra historia Bautista no proviene de la Reforma Protestante, siempre debemos darle gracias a Dios por la recuperación del “evangelio” promovido por este movimiento reformador, cuya teología se resume en lo que conocemos como las «5 solas» de la Reforma. Estos cinco puntos teológicos son innegociables en el protestantismo evangélico hasta el día de hoy, y deben seguir siendo el grito de la iglesia de Cristo en un mundo cada vez más secularizado y pluralista.
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