Por Jorge Cerritos Rivas (Nueva Era, 1985)
Al inicio de esta era cristiana, y como un presente especial al nacimiento del Redentor, la Biblia relata que, sabios de oriente presentaron tres ofrendas muy especiales: oro, incienso y mirra.
Al desplazarnos a dos mil años de este hecho, se hace necesario recordar este evento y cada una de las ofrendas dadas ante Dios hecho Hombre, ante el Salvador de nuestras vidas, estos presentes gratos fueron.
ORO: es nuestra vida misma, lo más valioso que poseemos, que, al consagrarla al Señor, es la mejor ofrenda que podemos presentar.
INCIENSO: es nuestro espíritu, que debe subir agradable buscando el encuentro con su Dios y que se una a tantos que le adoran. Que tenga con ello, el olor más grato ante Dios.
MIRRA: son nuestras obras como producto material y tangible de esta vida, que es tan corta y de la cual debemos dedicar hasta el último esfuerzo para agradar a nuestro Hacedor.
Cuánto del dolor y sufrimiento que hoy se vive, se aliviaría, si consideráramos el hecho de presentar a diario estas ofrendas de gratitud a quien nos ha dado y nos liberó de pagar lo que debíamos.
No necesitamos ser sabios, ni de oriente, ni mucho menos astrónomos para llegar ante el Rey Cristo Jesús, sino usar la sabiduría que el Espíritu Santo da. Sabiduría que quita toda ceguera, para poder observar la Estrella de la Salvación que hay en Dios Hijo, la cual llama a postrarnos ante Él y a presentarle a diario nuestra mejor ofrenda en culto acepto.
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